fbpx
Sin categoría

En Colombia, hay una reina de las ferreterías…

Colombia.- Ferretería Reina, una de las más antiguas del sector, tiene una historia de logros y fracasos en la que la unión de la familia y la visión estratégica de su fundador han marcado la diferencia.

Por: Luis Enrique Castro

En la mañana del 10 de mayo de 1957 la Radio Nacional de Colombia anunció que el general Gustavo Rojas Pinilla renunciaba a la Presidencia de la República. Ante el miedo de una revuelta social, un joven de treinta años, llamado Lisímaco Reina, prefirió postergar la inauguración de su pequeña ferretería, en la carrera 12 con calle 6, ubicada en pleno centro de la capital colombiana.

Tres días después, Lisímaco y su esposa abrieron las puertas de su pequeño local, cargados de esperanza en el futuro. Hoy, 57 años más tarde, Ferretería Reina tiene siete sucursales a nivel nacional, 250 empleados directos y 600 indirectos, y su dueño no ha dejado de asistir un solo día a su trabajo.

Pero para llegar a este nivel tuvieron que pasar muchas cosas. Lisímaco nació en Villavicencio en 1928, abandonó sus estudios en quinto de primaria, y le tocó trabajar para mantener a su familia. Aún recuerda que a los 8 años capturaba micos para el Instituto Franklin Delano Roosevelt y le pagaban 50 centavos por cada primate que atrapara.

Sin embargo, siempre tuvo la inquietud de ser un empresario independiente, aunque muchos de sus intentos de emprendedor, como en el sector de las busetas y los cultivos de arroz, no prosperaron. Hasta que apareció Guillermo Jaramillo, un ferretero de Villavicencio, que tenía su propio negocio, en el que Lisímaco comenzó a trabajar.

Años más tarde decidió viajar a Bogotá y se vinculó a la ferretería Nogo, una de las más grandes y reconocidas de la capital. Su director, en ese momento, era José Gómez Quijano, un hombre muy preparado, y quien sería su mentor. En dos años, Lísimaco se convirtió en jefe de ventas de la ferretería.

Luego de una discrepancia con uno de los hermanos del dueño decidió retirarse de la empresa y cumplir con sus sueños de independencia. Se casó, además, con Leticia Galvis, secretaria de Gómez. Ambos reunieron sus ahorros y montaron la Ferretería Reina.

Con el nacimiento de empresas en el país como Bavaria, Coltejer y Alpina, Lisímaco empezó a importar elementos novedosos como el acero, cuando todos hablaban del hierro. En ese entonces, alcanzó a abarcar el 60% del mercado nacional.

Ante los buenos resultados, Lisímaco, amante del ciclismo, decidió patrocinar este deporte y armar un equipo a mediados de la década de los setenta. Sin embargo, esto generó una situación complicada para su familia. Comenzaron a llegarle amenazas e intimidaciones. La familia, que ya tenía cuatro nuevos miembros, decidió, entonces, exiliarse en Estados Unidos en 1989.

Siete años más tarde, con el objetivo de diversificar el negocio, adquierieron la fiduciaria Selfin, que más adelante se convertiría en banco. Pero con la crisis financiera de 1999 la familia perdió la mayoría de su patrimonio y tuvo que cerrar el banco. Según su hijo Guillermo, actual vicepresidente de Reina, esto absorbió la mayoría del músculo operacional del negocio ferretero, y los obligó a cancelar las importaciones de la empresa. La compañía, que había permanecido sólida hasta el momento, veía como una mala inversión destruía el esfuerzo de toda una vida.

En ese momento otros competidores entraron a ganar mercado y Ferretería Reina hizo todo lo posible por sobrevivir. La gerencia fue asumida por Fernando, su hijo mayor. Con el tiempo y sirviendo muchas veces de pasamanos, la empresa logró subsanar las pérdidas, y fue solo hasta el 2008 cuando empezó nuevamente a resurgir como una de las grandes en el sector.

Según Guillermo el corazón de su padre nunca dejó de latir por las ventas. “Su gran fortaleza se traduce en amistad, lealtad y servicio. Cuando yo estaba en la universidad en 1986 el concepto de calidad total era lo último en ventas, pero indagando en la empresa me di cuenta de que mi padre siempre lo había hecho”, afirma.

El secreto de su éxito fue la especialización. “Lisímaco nunca dejó de asistir a una reunión y siempre escuchaba a las personas, no importaba si era una costurera o un petrolero”, dice su hijo. Fue así como logró ir adelante en el mercado y, gracias a esto, encontró en las válvulas, tuberías y accesorios la línea para guiar a la compañía.

Aún hoy en día Lisímaco, con sus 86 años a cuestas y con algunos problemas de salud, jamás olvida sus orígenes, hace su mayor esfuerzo por ir todos los días a revisar los procesos de la empresa que creó y trabaja en beneficio del país, del ferretero y del mercado. “Así ganamos todos”, concluye Guillermo.

Fuente: http://www.misionpyme.com



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.