Ferretería Madrigal Zamora: Cuestión de dos
Comúnmente se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, aunque en estos tiempos de igualdad real, debería decirse que junto a un gran hombre, hay una gran mujer. Tal vez este viejo refrán sea el más acertado para describir el trabajo tesonero de Anaís Zamora, copropietaria de Ferretería Madrigal Zamora, quien junto a su esposo Carlos Madrigal, ha hecho prosperar contra viento y marea su negocio. Este matrimonio de Santa Gertrudis Sur de Grecia, un buen día decidió que querían ser sus propios jefes y fue de Dios que decidieron buscar el capital inicial para emprender su propia aventura. Antes, pensaron en abrir una guardería debido a la gran cantidad de sobrinos que tienen, pero estaba destinado que sería una ferretería. Iniciaron por la compra de un lote en donde construirían su local, luego gracias a un crédito de Transfesa, obtuvieron los primeros productos ferreteros. “Transfesa nos dio nuestro primer crédito, recuerdo que fue a tres meses, si no hubiera sido por ellos quién sabe cómo hubiéramos empezado”, rememora esta valiente mujer. Eso fue un 26 de marzo del 2001, fecha de especial recuerdo para ella, pues en un día como ese su señora madre falleció, así que en honor a ella y como símbolo de bendición quisieron empezar ese día. Al inicio, el temor de no saber absolutamente nada de ferretería (a diferencia de su cónyuge quien había trabajado en una) la increpó, pero como a grandes males grandes soluciones, ella tomó los manuales que cada distribuidor le obsequiaba para irse cultivando en la materia. Tornillos y PVC fueron los temas que más “canas verdes” le sacaron, pero según cuenta, nunca se dio por vencida y con orgullo afirma que a la vuelta de un mes ya se las sabía “de todas, todas”. “Cuando empecé en la ferretería fue terrible porque no sabía nada, pero comencé a leer los manuales de los mismos proveedores y rápidamente fui superando la barrera, como al mes ya era toda una experta”. El otro temor provenía de su marido, quien por un tiempo incluso no conciliaba el sueño meditando si “lanzarse en la odisea”, pero doña Anaís le dijo una frase capaz de convencer al más incrédulo: “cualquier jarana se puede pagar si uno trabaja”. Así lo han hecho desde hace cinco años cuando iniciaron y todavía conservan el amor y empeño por su criatura de 155 metros cuadrados, a la cual cuidan como su más valioso tesoro. Ese es uno de los aspectos importantes que les ha permitido mantenerse a flote en estos tiempos difíciles -según el decir de esta ferretera- pues el 2005 sobre todo, ha ido cuesta arriba. “Este año en particular ha sido muy duro, especialmente porque los precios del cemento y del hierro han subido mucho, por dicha la línea ferretera casi no”. El hecho de que sean ellos mismos quienes atienden el negocio, brinda una sensación de familiaridad que hace sentir a gusto a sus clientes, incluso les hacen los fletes, todo esto permite entablar una relación muy cercana, más allá de lo que se vende, para tratar de satisfacer la necesidad de cada uno hasta donde puedan. Un pilar en todo este asunto es la relación entre ambos, pues Anís asegura que el amor del uno hacia el otro, así como por lo que hacen, es la clave de su éxito. “Nos queremos mucho, si eso no fuera así no tendríamos nada, las decisiones las tomamos entre los dos, a veces hay diferencias pero se solucionan maduramente. Nos sentimos orgullos de nuestro negocio, muchos no creyeron en nosotros pero aquí estamos cinco años después a pesar de todo”.