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Desde la mira de un ferretero español

España.- Un punto de vista europeo, diferente, pero que puede tomarse en cuenta para desarrollar cualquier idea.
Sifra S.A. acumula seis décadas capeando temporales en el Bidasoa. Álvarez dirige la conocida ferretería Sifra, que este año celebra su 65 aniversario.

Tiempo. Es lo único que le pediría Ramón Álvarez al día: algo más de tiempo. Y no es de extrañar. Dentro de la empresa Sifra, el moderno edificio negro que se levanta como un buque pirata a la entrada de Irun, los días discurren ágiles, rápidos e intensos sin que en realidad pueda ser de otra manera: manejan en torno a 40.000 referencias, miles de productos destinados al suministro industrial y a la ferretería tradicional que entran y salen de sus instalaciones cada jornada. Ramón Álvarez Cantero (Irun, 1969) es desde hace más de una década gerente esta firma ferretera a la que dio vida su abuelo -Ramón Álvarez María-Miguel- en el corazón de Irun en 1951, una empresa familiar que este año soplará 65 velas convertida en un referente en la comarca del Bidasoa.

– Sí, esta es una empresa familiar de tercera generación y, además, tercera generación de Ramón Álvarez.

 «Un día normal de mi trabajo es una locura; muy ágil y diverso, pero también bonito»

– ¿Su padre también se llamaba Ramón Álvarez?

– Y no le digo cómo se llama mi hijo (ríe). No sé por qué, pero en esta familia tenemos esa anécdota. Yo llevaba la parte comercial cuando falleció mi padre y me puse al frente de la empresa apoyado por mis tíos, que son socios.

– Vamos, que es de esos empresarios que ha vivido el negocio desde casa como lo más natural.

– Claro, claro. ¿Qué ya había vacaciones del cole? Pues venga, a trabajar en la ferretería, a llevar paquetes de aquí a allí. Lo llevas metido desde pequeño, pero también estudié otras cosas. Aquí, a nivel profesional, empezó en 1994, creo.

– Vendiendo de todo.

– El 80% de nuestro negocio es suministro a profesional. Nos centramos en la industria metalúrgica y el mantenimiento de grandes empresas, sobre todo. Y el 20% del negocio es ferretería tradicional. De hecho, la idea cuando vinimos a este edificio en 2006 era la de unificar la ferretería industrial y la tradicional para el particular.

– ¿Cómo es un día normal aquí?

– El día a día está marcado por la cantidad de productos que trabajamos. A nivel industrial hablamos de 40.000 referencias, así que es estresante pero a la vez bonito por la diversidad. Estás todo el día hablando con clientes diferentes. Puedes hablar con uno que fabrica biscotes y que tiene unas necesidades concretas y acto seguido con otro que fabrica trenes y tiene otras necesidades distintas. Te vuelves loco. Además, somos un poco como una farmacia: recetamos el producto que necesitan, porque hay muchos clientes que no saben exactamente qué necesitan, así que seguimos siendo como la antigua ferretería que había en los pueblos, a donde ibas pidiendo ‘un cacharro para…’, pues a nivel industrial casi estamos igual.

– ¿Se podría contabilizar cuántas llamadas recibe en un día?

– No lo sé, muchísimas. Yo mismo, a la hora por ejemplo, ¿cuatro o cinco? ¿Cuarenta al día? Y eso que desde hace unos años se usa mucho el correo electrónico porque es más ágil y te permite enviar fotos de productos.

– Muchos empresarios viven ahora pegados al móvil por el correo. Lo ha cambiado todo.

– Y el mundo on line. En agosto de hace cuatro años, casi de prueba montamos una página web y a la semana nos empezaron a llegar pedidos. Ahora ha bajado un poco, aunque aún nos llegan pedidos de sitios insospechados todos los días y también lo ves en el móvil, aunque aquí hay una persona que solo se dedica a eso.

– ¿Han notado la crisis?

– Nos dedicamos principalmente a la industria del metal, con lo que no hemos notado ni el boom de la construcción de subida ni el de bajada y a nivel madera, carpintería, pues lo mismo. Notamos la crisis, claro, pero al estar muy diversificados en varios sectores nos hemos mantenido estables.

– Pero han aparecido nuevas amenazas.

– Sí, porque con la mejora de la economía están llegando empresas extranjeras de nuestro sector, sobre todo inglesas y alemanas que mandan la mercancía directamente desde sus países. De ahí que nos centremos en el asesoramiento, porque ellos venden producto, pero no asesoramiento, y aquí intentamos asesorar y buscar productos adecuados para el cliente. Está esa anécdota en la que me dicen: ‘oye, que necesito un elefante rosa. Pues espera, no te preocupes, que voy al circo, te consigo el elefante y te lo pinto de rosa’.

– ¿Si pudiera quitar de un plumazo algún aspecto de su trabajo qué sería?

– Quitaría la falta de tiempo, pero eso no es quitar nada. Lo que quiero decir es que, como tenemos tan diversificado el producto, aunque tengamos gente preparada, las consultas son continuas. Hay días que piden una oferta y te tiras dos horas haciéndola y te llegan otras veinte mil entre tanto. Por suerte estamos muy bien organizados en cuanto a personal, secciones y espacio, pero es inevitable que haya mucho movimiento.

– ¿Qué le aconsejaría a una persona que quisiera montar una empresa de este tipo?

– Que no fuera solo. Nosotros pertenecemos a una cooperativa de ferreteros -Synergas- en la que estamos cien ferreterías de la zona norte, y a su vez esta cooperativa está unida a otras. Esto nos permite unificar compras mediante una sola central que es la que negocia con los proveedores y, además, tenemos asesores, cursos de formación…

– ¿Y a nivel más personal?

– Tener conocimiento de lo que estás vendiendo para poder asesorar al cliente. Formación, formación y formación. Tienes que poder encontrar soluciones, incluso cuando te piden un elefante rosa…



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